En esta ocasión me gustaría tratar la felicidad. Tema apasionante del que se escribe y se ha escrito muchísimo con la idea de descubrir el secreto de la felicidad.

La felicidad preocupa y ocupa la vida de las personas. Todos quieren conseguirla. Con la idea de hacerlo más ameno, traigo otro cuento: El Príncipe Feliz de Oscar Wilde. ¿Lo conocéis? Os lo contaré brevemente.

Había una vez una maravillosa estatua

En el centro de una gran ciudad. Era la estatua del Príncipe Feliz, preciosa, hecha de oro fino y piedras preciosas. Todos los habitantes de la ciudad la admiraban y envidiaban, “por lo menos hay alguien feliz” decían los habitantes.

Antes de haber sido una estatua, el Príncipe Feliz vivía, nada más y nada menos, que en el Palacio de la Despreocupación. Allí bailaba y jugaba con sus compañeros. Nunca supo qué había tras los muros del palacio hasta que murió y fue estatua. Desde la altura a la que estaba ahora no podía escapar de la miseria en la que vivían algunas personas en la ciudad.

Los habitantes de la ciudad no sabían que a pesar de su apariencia deslumbrante el Príncipe era infeliz. Su corazón sufría de tristeza. Ellos estaban deslumbrados por su brillo y su bienestar y no veían sus lágrimas.

Por suerte alguien le ayudó

Una noche una golondrina llegó a la ciudad. Estaba de paso. Iba de camino a tierras cálidas en las que pasar el invierno, pero la noche cayó y en la estatua se refugió. Sorprendida se quedó cuando al Príncipe llorando descubrió. El Príncipe le explicó que lloraba por un joven enfermo al que no le podían comprar medicamentos. Le pidió ayuda a la golondrina. Quería que llevara el rubí de su espada a la casa en la que el joven vivía para que su madre pudiera comprar lo que necesitaba. Así lo hizo la golondrina.

Al día siguiente la golondrina fue a despedirse del Príncipe, quería seguir su camino para encontrarse con sus compañeras. Además, empezaba a hacer cada vez más frio. Su vida corría peligro. Pero no se pudo marchar. El Príncipe de nuevo ayuda le pidió y la golondrina no se negó. Pasaba los días volando y contándole al Príncipe la pobreza que había en la ciudad. También le ayudaba repartiendo entre la gente pobre las láminas de oro fino que cubrían al Príncipe. Cuando el invierno llegó nada les faltó, pero… la pobre golondrina cada vez tenía más frío. No quería abandonar al Príncipe, “le amaba demasiado”.

Un día fue junto al Príncipe para despedirse. Sabía que iba a morir. Besó al Príncipe y cayó a sus pies. En ese mismo instante un crujido se escuchó, el corazón de plomo del Príncipe se partió.

La gente de la ciudad se dio cuenta de que el aspecto del Príncipe había cambiado. Pensaron que como ya no era bello no servía para nada. Por eso arrojaron a la golondrina y el corazón del Príncipe a la basura.

Ese mismo día Dios le pidió un encargo a uno de sus ángeles. Le pidió las dos cosas más preciosas de la ciudad. Le llevó el corazón de plomo del Príncipe y la golondrina muerta.

Este relato puede hacernos reflexionar en muchas cosas, como el amor de la golondrina hacia el Príncipe, la idealización de la muerte, la ayuda desinteresada hacia los demás o las diferencias entre clases sociales.

Los hijos y la felicidad

Sin embargo, me gustaría detenerme en la felicidad. El relato muestra de pasada una época en la que el Príncipe era feliz. Quizás podría ser en su juventud, aunque el autor no lo aclara. En esa época se dedicaba a disfrutar de la vida, a bailar y jugar. Igual que lo hacen los niños y los jóvenes, despreocupados de lo que pasa a su alrededor. Como si vivieran en el Palacio de la Despreocupación. ¿Qué pasó luego? Parece que la felicidad se esfumó cuando supo de las preocupaciones que había en la vida real. Es entonces cuando empieza a sufrir y le invade la tristeza. Acaso, ¿es la felicidad incompatible con las preocupaciones? ¿O quizás el hecho mismo de crecer y no ser ya un niño despreocupado le entristeció?

También me parece interesante el hecho de que nadie se diera cuenta del sufrimiento del Príncipe. ¿Quizás los habitantes de la ciudad estaban deslumbrados por la fantasía de que existía la felicidad absoluta? ¿Aunque fuera la de una estatua? ¿Estaban los habitantes deslumbrados por esa imagen preciosa en la que se querían reflejar? ¿Quizás eso les impedía ver la tristeza del Príncipe? ¿No les pasa algo parecido a los padres cuando las ilusiones que ponen en su hijo les impide ver lo que les pasa?

Y hoy en día ¿qué pasa con la felicidad?

Si tomáramos distancia, al igual que le pasa al Príncipe del cuento, nos sorprenderíamos de lo que veríamos. Quizás en la distancia veríamos personas que buscan incesantemente relaciones y experiencias nuevas. Gente que se quita de encima lo conocido cuando es molesto y busca lo nuevo y lo perfecto. Personas solas y tristes que intentan llenar su vida de lo nuevo con la idea de encontrar la felicidad. Puede que viéramos gente con dificultades para ilusionarse y encontrar lo nuevo en lo mismo de siempre. Quizás la felicidad reside en poder mirar la vida desde una manera diferente. Recuerda, cuando lo mismo se ve diferente es sorprendente.

Si sientes que estás inmerso en una espiral de la que te cuesta salir recuerda que puedo ayudarte. Tomando distancia entenderemos mejor qué buscas y cómo quieres encontrar la felicidad.

Estos son los datos del cuento original por si lo quieres leer.
Título: El Príncipe Feliz
Autor: Oscar Wilde
Editorial: Gadir