Llega septiembre y con él, el famoso “síndrome postvacacional”. Los primeros días de septiembre además de hablar de las vacaciones se habla mucho de lo que cuesta volver a trabajar. Pero ¿por qué cuesta tanto?

El ritmo del verano

Sin duda, durante las vacaciones el tiempo adquiere otro ritmo. El ritmo vacacional es cómodo, placentero y por ello nos gustaría alargarlo y que no tuviera final. El día a día es relajado, no hay exigencias, prisas ni exceso de trabajo que sobrepase las capacidades humanas. Este es uno de los principales motivos por lo que cuesta volver al trabajo. Y por ello es normal que cueste retomar la actividad previa, especialmente si ésta era intensa. Pero lo cierto es que poco a poco el ritmo se normaliza, se adquieren otros hábitos y el malestar pasa.

Emociones encontradas

En las conversaciones sobre la vuelta al trabajo nos encontramos variedad de vivencias. Hay gente a la que le cuesta más y gente a la que menos. También puede ser que una misma persona quiera y no quiera volver a la actividad laboral. Como todo en la vida la vuelta al trabajo puede estar teñida de emociones encontradas. Cuando el trabajo es satisfactorio y vocacional no es raro volver con ganas e ilusión. El descanso de las vacaciones también facilita tomar distancia de las tensiones acumuladas y permite volver “renovado”. Aun así, si además de la carga de tareas el trabajo requiere una implicación emocional elevada como puede ser la docencia, volver al trabajo se complica.

Cuando el malestar persiste

Si pasados unos días el malestar persiste es recomendable observar con detenimiento y pensar sobre lo que está pasando. Las dificultades a la vuelta de las vacaciones pueden enmascarar un problema más grave, presente ya antes del descanso.

Freud reconocía la importancia del trabajo en la vida de las personas. Gracias al trabajo formamos parte de la sociedad y participamos en ella. Además decía “La posibilidad de desplazar sobre el trabajo profesional, y sobre los vínculos humanos que con él se enlazan, una considerable medida de los componentes libidinosos, narcisistas, agresivos y hasta eróticos le confiere un valor que no le va en zaga a su carácter indispensable para afianzar y justificar la vida en sociedad”. Con estas palabras nos recordaba que en el trabajo se ponen muchos sentimientos en juego. Además de que los problemas que depositamos en el trabajo tienen que ver con nosotros, con nuestra forma de entender el mundo y las relaciones. Cuando el malestar a la vuelta de vacaciones persiste es una señal de que toca revisar qué está pasando para tener esos problemas. Por ello es recomendable resolver los problemas laborales para mejorar una parte fundamental de la vida de la persona.