Si algo tiene el confinamiento, lo sabemos bien, es que nuestro contacto con el mundo exterior se ha visto alterado. Este cambio inesperado y repentino ha supuesto un giro en el cambio de mirada para muchas personas. Al quedarse en casa el mundo exterior se ha silenciado y han tomado protagonismo las vivencias personales.
El mundo ha frenado en seco, ya no imperan las prisas ni los excesos materiales, de actividades o de relaciones. Una paciente tras varios días pasándolo mal decía: “Antes siempre estaba haciendo cosas. Parar me está viniendo bien”. Casi todo lo que calmaba externamente la angustia ha desaparecido, pero no debe extrañarnos que aumenten o reaparezcan otras formas de anestesia emocional como el consumo de alcohol u otras drogas o el descontrol en la alimentación en algunas personas.
Es un hecho que las personas se han encontrado consigo mismas. Para muchas es un primer encuentro y no un reencuentro. Durante el confinamiento se silencia la vorágine del día a día y aparece la persona con sus verdaderas preocupaciones. Para algunas personas ese encuentro es novedoso, angustiante y asfixiante. De forma abrumadora y masiva aparecen recuerdos, pensamientos o emociones que se venían evitando de forma más o menos consciente. Otro paciente lo expresaba así “estar en casa encerrado me recuerda a los malos tratos que sufrí y de los que no podía escapar”. Estando en casa se hacen más presentes los recuerdos y de ahí la vivencia de encierro.
Es esperable que las personas que tienen menos recursos psicológicos y emocionales para afrontar los conflictos internos se quejen y lleven peor estar en casa sin poder salir. También lo llevarán peor aquellas personas que presentan dificultades a la hora de entender los límites desde el cuidado y los interpretan de forma arbitraria y caprichosa. Más de un paciente hogareño lo expresaba cuando decía “Parece que como ahora no puedo salir tengo más ganas”. De cualquier forma, la queja excesiva sobre el confinamiento es reflejo del malestar que vive con/en ellos mismos, con su mundo interno y con sus experiencias previas. Cada día se escuchan a sí mismos y lo que escuchan no les gusta. De ahí, el sentimiento de no tener escapatoria estando en casa. En estos casos el encierro físico tiene su reflejo en el mundo interno.
Nunca es tarde para enfrenar a los fantasmas del pasado y del mundo interno. Este momento puede ser vivido como una invitación a la reflexión y a la búsqueda de sentido sobre lo que te sucede. Solo comprendiendo se puede superar lo que se vive. Buscar ayuda ahora es una medida de prevención psicológica. Hablar sobre lo que esta situación supone para ti, te sacará del aislamiento que el silencio impone y te proporcionará alivio.
Boris Cyrulnik, neurólogo y psiquiatra mundialmente conocido por difundir el concepto de resiliencia defiende que el hecho de tener a alguien con quien poder hablar y tener la capacidad de expresar lo que nos sucede es fundamental para poder superar las adversidades y traumas de la vida. Ten presente que el silencio nos aísla y nos condena. Poder hablar de lo que sucede te libera, aunque estés en casa.
Termino con una frase esperanzadora del mismo autor: “Nunca se consiguen liquidar los problemas, siempre queda una huella, pero podemos darles otra vida, una vida más soportable y a veces incluso hermosa y con sentido”. Boris Cyrulnik