El próximo 1 de Noviembre se celebra, como cada año, el Día de Todos los Santos en España. Es habitual que mucha gente lleve flores al cementerio y se acuerde de los seres queridos que han fallecido. Días como estos hacen que las personas sientan de forma más intensa la ausencia de sus seres queridos. Parece un buen momento para tratar las perdidas, la muerte y la elaboración del duelo.

¿Cuándo se da un proceso de duelo?

El proceso de duelo puede darse siempre que haya una pérdida. Una pérdida puede relacionarse con muchas circunstancias de nuestra vida, no solo con la muerte de una persona. Es una pérdida dejar de tener un trabajo, cambiarse de casa o irse a vivir a otro país. Todas estas situaciones sean deseadas o no, implican un proceso de duelo. También lo implican la ruptura de cualquier relación, el fallecimiento de un animal de compañía o de un ser querido. La gran diferencia con la muerte y otras pérdidas es que la persona querida desaparece para siempre. Lo cual no es insignificante. Superar el duelo conlleva que el vivo mantenga los afectos hacia ese persona sin que esté presente.

El proceso de duelo es una reacción esperable en la que las personas sufren, lloran, desean que todo sea como antes. También surgen sentimientos intensos de rabia y odio por la impotencia que se siente. Por eso es normal estar enfadado con la persona que ha muerto por no haberlo podido evitar.

El trabajo del duelo tiene una función básica: ayudar a la persona a adaptarse a la nueva realidad. Durante un tiempo la persona está adaptándose y elaborando todo lo que conlleva ese cambio en su vida. Este cambio es progresivo. Por eso se pueden tener sueños con la persona muerta o acudir a lugares significativos compartidos para adaptarse a su ausencia. Cuando el duelo se supera la persona se siente bien con su nueva vida y puede recordar tranquilamente al muerto.

¿Qué se pierde cuando alguien muere?

Cuando una persona muere muchas cosas se van con ella. Su olor, su tacto, su voz, momentos que ya no se podrán compartir… También se va una parte del que queda vivo. Con él se va lo que esa persona nos hacía sentir, lo que ella nos transmitía que veía en nosotros. Se va la imagen que nos transmitía de nosotros mismos.

En muchas ocasiones la pena, el dolor y la rabia ante la pérdida duele más porque mueve heridas antiguas. Con la nueva ausencia se reviven antiguas e irremediables pérdidas. De nuevo el vivo debe enfrentarse de forma intensa a la impotencia y la frustración.

Las diferencias en la elaboración del duelo

Se ha hablado mucho de las etapas de los duelos (embotamiento, anhelo, desesperanza y organización) y de las reacciones más o menos normales en estos momentos. Es importante recordar que hay que respetar el proceso de cada persona en momentos tan delicados como estos. No todas las personas se expresan emocionalmente de la misma manera. Quizás ayuda tener presente que cada persona reaccionará según la manera que tenga de afrontar la ansiedad, las separaciones o la frustración. Esto viene claramente marcado por su historia de vínculos anteriores a la pérdida.

Se debe tener cuidado de no confundir esto con el bloqueo o ausencia del proceso de duelo. En estos casos las personas no han mostrado los signos propios del duelo durante algún tiempo, incluso años. Sin embargo, se pueden derrumbar con pérdidas menores, en los primeros aniversarios o al llegar a la edad de la persona que ha muerto. Tanto en estos casos como cuando el malestar interfiere en el día a día durante muchos meses es recomendable pedir ayuda a un profesional.

Terapia para elaborar el duelo

En la terapia se ayuda a la persona a elaborar la perdida. El fin último de la terapia será aprender a vivir con la ausencia del ser querido. Esto permitirá a la persona establecer una relación satisfactoria con su nueva realidad.

Si se trata de la muerte de un ser querido el objetivo será crear una relación diferente con la persona fallecida aunque no esté. Muchos pacientes se asustan solo de pensarlo. En estos casos los muertos están más vivos que muertos y las personas se agarran a la pena o al silencio. Piensan erróneamente que si no lloran a su ser querido no le quieren. O que no hablar de él significa que ya lo han superado. Nada más lejos de la realidad. La terapia puede ayudarte a recordar con tranquilidad a la persona que has perdido. Ayudarte a colocar a cada uno, a los vivos y a los muertos, en su lugar.

Si piensas que tienes algún duelo sin resolver y crees que es el momento para poder vivir sin pena cuenta conmigo.