Como cada año llega septiembre y con él la vuelta a la rutina. Se terminan las vacaciones y empiezan las clases para los pequeños de la casa. Para algunos niños ir al colegio será algo nuevo, para otros algo conocido. Tanto unos como otros pueden presentar problemas a la hora de ir al colegio. Cada año resurgen las lágrimas y sufrimiento a las puertas del colegio.

Hay niños a los que les cuesta mucho empezar las clases. En sus reacciones vemos que sufren bastante. Se les ve llorar desconsoladamente a las puertas del colegio. Se arrastran y se agarran a la persona que les ha llevado. Puede que las noches previas comenten que no quieren ir al colegio, quieren quedarse en casa. Estas situaciones se alargan día tras día. Al paso de los días no le sigue la adaptación esperada.

Tanto los niños como sus familiares sufren ante esta situación dramática.

Los adultos se sienten impotentes, no saben qué hacer. Con todo el dolor de su corazón, les dejan y se marchan a trabajar preguntándose ¿qué está pasando?, ¿hay algo que han hecho mal?, ¿en que se han equivocado?, ¿dónde está el problema?, ¿en casa o en el colegio?

Si esta situación se prolonga en el tiempo, lo más seguro es que el niño tenga una dificultad para separarse de sus seres queridos. Especialmente de su madre o su padre o cualquier persona que es importante para él. A esas edades se diferencian entre las personas familiares, en las que confía, y las desconocidas, quienes les transmiten inseguridad. El niño se siente tremendamente solo e indefenso cuando se separa de ellos. Seguramente siente esto en el colegio y en cualquier situación en la que no esté con alguien familiar.

Antes de poder estar solo se ha tenido que poder disfrutar de estar con otros. Con otros que han cuidado y atendido las necesidades del niño. Esto ayuda al niño a incorporar la presencia de esas personas aunque no estén. Hace suyas las formas de calmarse y desarrolla la capacidad de esperar para estar con esas personas especiales.

Muchos de los niños con problemas para ir al colegio se sienten muy dependientes de sus familiares.

No pueden separarse de ellos, sienten que su supervivencia, tanto física como emocional, depende de ellos. Por lo general, esta dependencia es fomentada por los familiares. Para ellos también es insoportable estar separados. Ellos también sufren cuando se separan de su hijo.

Cuando esta situación permanece fija el hijo empezará a tener problemas para adaptarse a situaciones nuevas, no familiares. Los deseos y temores inconscientes de los padres tienen un papel muy importante en esa situación. Por eso es fundamental trabajar con el niño y con sus padres. Puede que los padres sin darse cuenta transmitan al niño que el mundo es peligroso cuando le dejan en casa de algún amigo o en la escuela. Es importante que los padres comprendan ese miedo para ayudar a su hijo.

La ayuda de un profesional permite al niño disfrutar de otras relaciones y a los padres afrontar las paulatinas separaciones de su hijo. El trabajo con el menor y con los padres les ayuda a aceptar sin miedo los progresos del desarrollo y a disfrutar de la progresiva independencia.